En mi
familia, tenemos el culto a los espíritus muy arraigado, y ello se manifiesta
diariamente en diferentes ocasiones. A continuación me dispongo a contarles,
más que nada con un fin anecdótico.
Mi madre,
antes practicante de Umbanda Blanca –la que no realiza sacrificios animales– y
yo, marcadamente kardecista, hemos desarrollado un sistema bastante
simple y ameno, rama del llamado típicamente “espiritismo cruzado”. Quizá, en
esta parte de la tradición familiar, se note el marcado tono afro-americano que
tenemos impreso.
Creemos que es importante, antes que nada, adorar y hacer plegarias a
los espíritus y ancestros de sangre de la familia, para así recordar de dónde
vinimos y poder proyectar hacia dónde vamos. Siempre, antes de un ritual, les
pedimos a los familiares que ya no están que nos acompañen y nos den fuerzas,
en especial a mi abuelo, a mi bisabuela y a mi primo. Nunca empezamos ningún
oficio sin antes pedirles licencia a nuestros antepasados, lo que hacemos agitando
rítmicamente una campanilla a la vez que elevamos oraciones y encendemos una
vela blanca al lado de un vaso con agua. En este punto, mi abuela suele colar
alguna petición a algunos santos, dice que son espíritus como cualquier otro y
que, una vez muertos, se alejan de todas las religiones para servir
universalmente. Yo no me avergüenzo de decir que en varias ocasiones hemos
encendido velas a los santos, en especial aquellos que en el espiritismo
cruzado cobran mucha importancia, como San Sebastián, San Pedro, Santa Sara,
etc. Por eso digo que no soy un wiccano con todas las de la ley, sino
simplemente un brujo.
Tenemos un plato cachado, donde vamos juntando comida del día, como trozos
de pan, pollo, galletas, arroz, etc., y al final del día, vamos a la esquina de
nuestra casa y desmenuzamos todo eso para los espíritus. En casa tenemos una
pequeña mesita donde colocamos siempre un velón blanco y un vaso con agua para
ellos, junto a todos los collares que los representan (no solo a los ancestros
de sangre sino a todo el cuadro espiritual) y tres dijes: una cruz del vaticano
(mi abuela), una cruz de Caravaca (mi madre y un pentáculo (yo). Allí, todas
las mañanas, se hace sonar una vez más la campanilla para pedir bendiciones y
saludarlos. A veces, el ron y el tabaco se hacen presentes también, sin faltar
la colonia inglesa y el agua florida para descargarse en caso de que alguno
sienta alguna clase de interferencia mágica. No hay imágenes de ninguna clase
ni ninguna otra herramienta sobre la mesita.
Cuando se conmemora un día especial consagrado a cierta clase de espíritus,
nunca faltan las ofrendas de fruta y objetos, así se nos disponemos a armar
canastas con un montón de cosas para luego llevar al monte.
Antes he nombrado al “cuadro espiritual”, se denomina así al conjunto de espíritus que normalmente no formaba parte de tu familia y que te protegen y de cuidan. Se reconoce que cada persona tiene una infinidad de espíritus rondándole, pero que siete son los que encabezan el cuadro, habiendo uno, “el guía”, siendo de mayor vibración, y otros seis llamados “protectores”.
Antes he nombrado al “cuadro espiritual”, se denomina así al conjunto de espíritus que normalmente no formaba parte de tu familia y que te protegen y de cuidan. Se reconoce que cada persona tiene una infinidad de espíritus rondándole, pero que siete son los que encabezan el cuadro, habiendo uno, “el guía”, siendo de mayor vibración, y otros seis llamados “protectores”.
No solemos invocar espíritus de otras personas en las sesiones. Por
ejemplo, no le damos paso a los espíritus que quieran acercarse para tomar luz
o, si viene alguien que quiere contactarse con sus padre fallecidos, tampoco lo
hacemos, excepto casos puntuales y siempre usando una conexión que no involucre
el transporte o incorporación (el préstamo del cuerpo). Creemos que solamente
dañamos nuestra energía y nuestro cuerpo. Además, puede llegar a ser peligroso
por el simple hecho de que nunca sabes que se te puede llegar a meter. Pero sí,
en las sesiones, se manifiestan los espíritus de los cuadros espirituales de
cada uno –y de los médiums que nos acompañan- .
Tenemos dos clases de sesiones. Una kardecista, de mesa, con una vela en la
mesa y todos tomados de la mano. Y las sesiones de trabajo, o de transporte,
donde no solo se le presta la voz a los espíritus, sino todo el cuerpo. No todo
el mundo puede hacer transporte o incorporación, por lo que, los demás médiums,
que son psíquicos, sanadores, golpeadores, escribientes, etc., se desarrollan
en la sesión de mesa.
Cuando hacemos sesiones de transporte, por lo general vienen varias
personas a pedirle favores a los espíritus, quienes, si los deseos no dañan a
nadie, los cumplen. Entre los espíritus de mi cuadro, el más buscado es el
Hermano Besosa, curandero en vida, que, cuando se manifiesta, pide que se le
tape el rostro con un pañuelo. Mi guía es el Hermano Pedro de las Culebras, creo
que en vida fue mexicano. Él, según se cuenta, andaba por el monte, cuando una
serpiente lo mordió, pero por su fe, se salvó, y la que murió fue la víbora.
Supongo que es una alegoría acerca de la lucha contra el mal.
Otros espíritus de mi cuadro son: el Hermano Siete Piedras, el Hermano Luna
de Plata (ambos indígenas, siendo este último guaraní), la Hermana Iris
(gitana), el Hermano Lorenzo, autodenominado Quiebra Lanzas (esclavo africano),
Hermana María de las Matas y el Mestre 7 palos (que no me deja decir su
nombre).
La guía de mi madre es la Hermana Maria Luisa. Todavía recuerdo cómo, en medio de la sesión, ella se retiraba al jardín, trayendo ruda y…algunos escarabajos –sí, gustaba de comérselos–. El Hermano José de las Ánimas, con poco desarrollo en tierra, es uno de sus protectores, junto al Hermano Rompe Nubes.
La guía de mi madre es la Hermana Maria Luisa. Todavía recuerdo cómo, en medio de la sesión, ella se retiraba al jardín, trayendo ruda y…algunos escarabajos –sí, gustaba de comérselos–. El Hermano José de las Ánimas, con poco desarrollo en tierra, es uno de sus protectores, junto al Hermano Rompe Nubes.
Ellos tienen una macada presencia en nuestro trabajo. Cuando debemos
confeccionar recetas de hierbas, por ejemplo, o al practicar limpiezas. También
nos cuentan cosas sobre las personas que se vienen a consultar, como sus
enfermedades, sus miedos o su pasado. Si alguien está enfermo, lo fluimos con
las energías de los espíritus, es como una clase de reiki, pero americano.
Consiste en pasos rítmicos y sacudones que se hacen con las manos en ciertas
partes del cuerpo.
Hay muchas cosas para contar, tanto de orden doctrinal como anecdótico,
solamente díganme qué es lo que quieren leer y, si está dentro de mis
posibilidades, con gusto lo redactaré. Las sesiones no se pueden fotografiar,
así que eso se los debo.
Aclaración: no usamos ouija, ni ninguna clase de
“juego” que pueda irritar a los espíritus. Lo consideramos peligroso e
irrespetuoso. Tampoco obramos para el mal.Aramis L'hibou
aramislhibou@live.com