sábado, 29 de septiembre de 2012

Luna llena de Septiembre. Correspondencias.

Alpena/Alpan
Flora
 

 Hola a todos! Como prometí. Les traigo las correspondencias de esta luna llena -que subsistirán hasta la luna nueva de octubre- para que puedan comparar con sus sistemas, si es que siguen uno determinado, o simplemente explorar su creatividad a la hora de idear el rito. 
   En la Tradición de la Estrella Blanca se festeja la Luna llena de las Flores. Recordemos que la Diana, la Diosa Blanca, había descendido con su Amante, Jano, hasta los reinos de la muerte, dirigidos por las antorchas de Hécate. Tras haber pasado todo el otoño y el invierno allí, en Primavera vuelven a ascender del Submundo, renovados e iluminados (ninguno de los dos sale con la figura de un niño, como se suele ver en tradiciones de corte celta). 
   Ahora bien, en esta luna se festeja la primera ofrenda que recibieron los Dioses al ascender: los númenes Alpena y Flora, junto a todas sus cortes de espíritus, llevaron ramilletes de flores para recibirlos. Toda una procesión de númenes bailando con canastas de flores en las manos se acercan al trono de Ellos para rendirle homenaje. Pero esto no fue algo que se gestara de la noche a la mañana. Durante una luna Alpena y Flora estuvieron vivificando a las plantas haciéndoles recordar la próxima venida de Diana y Jano. 
Se hace homenaje al nacimiento de las flores, a la alegría y al vino (recordemos que la luna nueva de septiembre es la Luna del Vino). Las Hermanas de las Flores traen diversión y danza, los espíritus se reúnen con ellas para celebrar. 
   Se habrán dado cuenta que Alpena es una Diosa etrusca y Flora una romana, está de más decir que ambos pueblos se influenciaron terriblemente, especialmente en el norte, en Aricia. Pero sabrán también que a menudo las tradiciones portan un paradigma y un corpus mitológico diferente al que normalmente se conoce. En nuestro caso, Alpena y Flora son servidoras de Diana, pero la primera fue creada por Hécate por medio de sus poderes -hay que diferenciar aquellas Diosas que nacen del Vientre de otra, de las que nacen por uso de sus virtudes tealógicas-. Una es la encargada de preparar la tierra y de bendecirla y la otra es la que hace germinar las flores y, en todo caso, de recolectarlas. 

   Pero al ser Alpena una creación de Hécate, tiene un aspecto oscuro. Es también la que hace marchitar las flores cuando los Dioses descienden al Submundo, y por lo tanto es aquella que adorna los funerales y se encarga de las ofrendas a los difuntos. Es profetiza y bruja. Flora, en cambio, es de naturaleza menos dual, siendo la representación de la vida vegetal. 
La roca de esta luna es el Aguamarina. Los tótems son el Conejo, la Mariposa, el Oso, y las plantas son Glicina, Tilo y Madreselva. 

RECUERDEN que estas correspondencias son del HEMISFERIO SUR! Si a alguien le interesa las del norte, envíenme un mail o un inbox por facebook
Eso es todo. Espero les sea útil. Bendiciones. 

Facebook: Aramis L'hibou
aramislhibou@live.com




martes, 25 de septiembre de 2012

Brujería Tradicional. Conceptos.


Puesto que nos va a ocupar la Brujería Tradicional, y teniendo en cuenta mi afición por las palabras, me parece correcto primero trazar la definición de algunos conceptos que utilizaremos en este blog. De igual manera nunca está de más refrescar estas consideraciones que tan a menudo traen problemas por no estar bien definidos a priori.
Hablamos de los términos “brujería”, “magia”, “religión” y “tradicional”. No voy a ahondar en las cuestiones antropológicas como lo he venido haciendo en mis videos y en mis blogs porque considero que ya he dado los lineamientos generales respecto a ese tema, pero aún así puedo recomendar leer toda la obra de Mircea Eliade y de Frazer, estudiosos que nos brindarán un soporte mitológico, antropológico y sociológico bastante amplio para poder sacar nuestras propias conclusiones. O por lo menos intentaré lo menos posible interferir la lectura con citas de esta naturaleza a los fines de concentrarnos en la visión de la Brujería Tradicional desde la misma que, después de todo es lo único que vale.
La brujería no es una religión, es una práctica que contiene elementos religiosos pero es un Oficio, un Arte, pero no es una religión en el sentido ACTUAL de la palabra. No es una religión desde el punto de vista actual porque no posee ningún dogma y porque se manifiesta en diferentes grupos étnicos y diferentes épocas. La interpretación de la palabra bujería es muy diversa, podemos observarlo ya desde el origen etimológico de la palabra. Por ejemplo, strega proviene de strix  y de strigoi por lo que en Italia, la bruja está asociada a la aves y los vampiros, en origen.
Así, Wicca no es LA religión de los brujos, sino una religión cuyos iniciados realizan brujería. Al margen me mantengo de todo comentario que los brujos tradicionales puedan hacer respecto a la Wicca y sus participantes, pero es obvio que llamarla LA religión de los brujos es muy erróneo, los agugú, los santeros, los paleros se enojarían terriblemente al saber que lo que ellos practicaban no era brujería sino que la verdadera brujería es una religión que surgió en los años ’50.
Por definición general, brujería tiene casi el mismo significado de hechicería. La Brujería se refiere, en la mayoría de las lenguas, al uso de los espíritus de la naturaleza a través del cual uno obtiene el poder de producir cambios en la realidad, ya sea para bien o para mal. No hay brujería sin espíritus familiares, es sabido que es así. Algunos dirán que los brujos modernos obtienen su poder sin la manipulación de entidades externas, pero siguiendo la opinión de Cochrane y de todas las culturas primitivas, podemos decir que el brujo necesita de las entidades para obtener el beneplácito en su accionar. Aún no invocando fuerzas externas, es sabido que sus acciones serán juzgadas y en algunos casos determinadas por deidades superiores. Farrar comenta que el brujo reconoce su poder interno para convocar las fuerzas externas que, en comunión con la fuerza personal, ejecutan un cambio en el plano material, emocional  o psíquico.
“Witch” proviene de “wicce” pero no significa “doblar o torcer” sino “mujer de poderes ocultos” y posteriormente “mujer que trata con el demonio”. El verbo anglosajón “wiccian” significa “hacer brujería”, compárese con “wikken” que significa “adivino” y “wikkjaz” que es “nigromante”. Una vez más encontramos esta relación entre el brujo y los espíritus ayudantes.
La Volva primitiva usaba espíritus, las brujas de Tesalia también. Los paleros usan a sus muertos para consultar el futuro, la bruja de Endor hacía exactamente lo mismo.
Las ofrendas a los espíritus que hacían las civilizaciones antiguas también pueden ser consideradas un acto de brujería ya que intentan entablar una conversación con los espíritus para ganar un beneficio específico, sea la buena cosecha, la fertilidad, el dinero, etc.  Hay que aclarar que magia y religión no estaban bien definidas en la Antigüedad, y menos en la prehistoria. Es decir, un romano hacía sacrificios a Júpiter, acto tomado como un hecho religioso, pero además expulsaba a los espíritus del hogar escupiendo habas crudas por toda la casa, acto de corte brujeril.
La escisión entre magia (y particularmente de la brujería) y religión comenzó cuando las religiones ortodoxas u oficiales quisieron imponerse y juzgar como verdaderas ciertas prácticas y otras como ilegales o falsas. Los estudios antropológicos e históricos han contribuido a esta división innecesaria. Y no estoy hablando solamente del fatídico trabajo del Cristianismo, los griegos y los romanos en sus etapas tardías también comenzaron a dividir la religión oficial de las prácticas del campo.
El sacrificio no es un acto religioso, no se sacrifica por el hecho de adorar a los Dioses simplemente, sino que se busca una contribución de las deidades que pague lo que entregamos.
La brujería es "tradicional", si se trata de una manifestación de alguna práctica de hechicería que se encuentra en la continuidad cultural de un grupo de personas, o si se basa en las costumbres reales y auténticas de la brujería que conocemos existían o todavía existen en cierta zona geográfica. Hay tradiciones modernas de Brujería, como lo son la Tradición de la Estrella Blanca o la Tradición 1734 o la del Castillo Espiral, en las que las personas hemos recibido instrucciones para las prácticas mágicas  y espirituales de otras personas que también fueron educadas por otros; esto es una tradición. Las artes del Mambo, el houngan, y el Bokor en la religión vudú moderno se enseñan por el boca a boca y también son consideradas Artes tradicionales.
Existe el problema de inventar linajes para legitimar la Tradición, esto es un problema que se está viendo mucho tanto en los grupos virtuales como empíricos. Esto surge  de una necesidad antropológica; a los que busquen un linaje debo decirles que el primer brujo es el Dios de los Cuernos y que por medio del Hilo Blanco (que Artisson llama Rojo) nos conectamos a Él y a su Amante. Pero no debemos violentar los linajes espirituales con el fin de obtener renombre. Mi linaje tiene unos 100 años y la tradición familiar tomó forma en los últimos cuarenta, y no temo decirlo, no tengo por qué inventarme una tira de brujos antiquísimos para validarme como brujo. Basta que las enseñanzas se transmitan de manera ininterrumpida de una persona a otra por cierto tiempo.
Ahora bien, la palabra religión proviene del latín re-ligare, es decir, volver a unir. No solamente unir al hombre con los Dioses sino al hombre con el hombre mismo y con la sociedad. Los rituales de sacrificio constaban de un procedimiento de degüello y de oferta por medio del fuego o de la tierra y la posterior consumición comunal de la carne del animal sacrificado. Lo mismo con los panes utilizados por los griegos y los romanos, etc. La religión es la fuerza que liga a la comunidad con los Dioses. Desde esta perspectiva vemos que incluso una reunión con amigos es religión, porque nos vuelve a unir.
El sacrificio, siguiendo con la línea que hemos trazado, es un acto mágico pero también religioso, porque reconocemos el poder de esa Deidad por sobre nuestra realidad, es decir, adoramos a ese Dios o espíritu pero a la vez intentamos convencerlo. Es decir, vemos efectivamente que la magia y la religión son inseparables a la hora de hablar de Paganismo.
Los problemas en la interpretación de la palabra “religión” vienen desgraciadamente con la intervención de la Iglesia. Cuando alguien pregunta si eres cristiano practicante, te pregunta: ¿eres religioso? Yo respondería: “sí, adoro a Diana ante todas las cosas”.
Como diría Artisson, “todo lo que debemos hacer es volver al significado original de la palabra”. Mística, brujería, religión y magia no son tan diferentes como pensamos.
Cabe destacar que brujo y pagano tampoco es lo mismo. Si bien la mayoría de los paganos ejercitamos la brujería, la distinción entre brujo y pagano sería más o menos la misma entre “chamán” y “miembro de la tribu”.
¿A qué llegamos? A que el fenómeno Brujería no es una religión en sí, pero sí pueden ser tomadas como religiones las manifestaciones parciales de ese fenómeno, cuestión que es diferente. La brujería italiana es una expresión espiritual por lo tanto re-liga, lo mismo que la escocesa y las demás tradiciones étnicas y sociales.
No es posible definir qué es la brujería a ciencia cierta, tampoco podemos saber por qué algunos somos, o elegimos ser, brujos. Yo no entiendo bien qué es lo que me atrae y supongo que muchos de ustedes tampoco, es una cuestión de identificación. El Camino del Fuego y la Tierra volverá, sólo hay que esperar…
Antes de seguir desarrollando las creencias generales de la Brujería Tradicional me gustaría hacer referencia a la palabra magia. Sabemos que el origen de esta palabra es “magi” y que es sumeria. La magia es un conjunto de mecanismos capaces de alterar a voluntad la realidad. En este contexto, la brujería sería el CÓMO y la magia el QUÉ. Hay muchas maneras de vivir y practicar la magia. Ahora estoy incursionando en la Cábala y la magia ceremonial, un camino totalmente diferente a la Brujería, pero igualmente de valedero.
La magia es una propiedad del hombre, forma parte de su responsabilidad como ser creado por los Dioses (Hécate, Diana y Jano en el caso de mi Tradición). Es inherente al ser humano la virtud de invocar y entablar relación con los espíritus.
Otra aclaración que es menester hacer, una vez hecha esta introducción, es la cuestión ética. La Brujería Tradicional acepta el hecho de defenderse y atacar por medio de la magia siempre y cuando uno se haga responsable de sus acciones, no existe la ley de tres, no hay orientalismos que valgan. Tampoco existe un libre albedrío tal y como se lo interpreta en el Cristianismo. Todo está contemplado en el trazo de las Parcas.
En la Brujería Tradicional cobra un valor importante el culto a los ancestros, de hecho en algunas ramas se cree que las plantas y las rocas son antepasados transformados. Recordemos el mito griego de las cinco edades del hombre, en el que los antepasados del hombre actual se fueron convirtiendo en monos, árboles y rocas.
El vuelo y el trance como expresión de la gnosis personal y la comunicación con daemones personales es otro tópico frecuente en la Brujería.
No suelen trazar circulo (en la Tradición de la Estrella Blanca hay una salutación a las direcciones pero no un trazado del círculo propiamente dicho). Casi todas las Tradiciones consideran que la tierra es sagrada y que por lo tanto todo lugar es pasible de ser un templo. Hago una aclaración: las veces que se trazan círculos en la Brujería Tradicional solamente responden a una propiedad protectora y no a la generación de un lugar sagrado y tampoco a la condensación de energía generada en el ritual. Hay un ritual de purga, sí, pero se debe a que en la Naturaleza habita una cantidad de espíritus que algunas veces pueden ser molestos en nuestros ritos pero no por eso el lugar es menos puro.
En cuanto a las festividades, algunas tradiciones observan ocho y otras cuatro, este último caso es el de mi tradición.
El animismo y la creencia politeísta es una característica generalizada –yo soy politeísta, hasta ahora he dicho que Diana y Hécate son la misma deidad en mi tradición pero si los Mayores me dejan, comunicaré el mito tradicional en el que no son precisamente la misma–.

Esto es todo por ahora, espero que les haya gustado. 

sábado, 1 de septiembre de 2012

La literatura popular, una puerta al conocimiento oculto.



    Cuando el buen lector se propone desenredar la cantidad de simbología que se encuentra en los diferentes textos puede aplicar un centenar de herramientas que están a su disposición. Los que trabajamos en el mundo de las letras podríamos implementar la Narratología y su estructura de “cajas chinas” –método que a mi parecer diluye muchísimo la significación de la obra si no se sabe aplicar correctamente–, o la Hermenéutica. Pero generalmente nos olvidamos del sentido antropológico de la literatura, y en particular de los cuentos populares, que nos ayuda a acceder el significado esotérico, espiritual y elevado de las letras. Algo tan sencillo como leer “Caperucita Roja” puede transformarse en el puntapié inicial para realizar un estudio exegético de los símbolos mágicos que aparecen en la literatura popular. 

       La palabra no esperó al hombre para existir. La palabra parte desde los Dioses. Vemos en muchas culturas que el origen del Universo se da con la primera palabra proliferada por una deidad. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, o en los mitos cosmogónicos de los guaraníes. Pero existe algo anterior a la palabra, una herramienta que es el sustento de ella: la Voz. La voz tiene presencia física en el espacio, tiene ritmo, amplitud, altura, timbre, registro. Es decir, una cantidad de elementos a los que cada cultura les ha entregado un valor simbólico particular. La voz desborda a la palabra, la personaliza y la coordina. 

      Antiguamente la palabra, y en particular la sabiduría de los cuentos, le pertenecía a unos pocos individuos, a veces chamanes o sanadores que se encargaban de mantener viva la tradición de tal o cual pueblo. Actualmente la palabra ha muerto, no se le otorga la importancia y la presencia que debe tener. Las palabras crean y destruyen, el silencio integra. Si miramos hacia atrás veremos que la divinización de la palabra se ha ido perdiendo –algunos culpan a la escritura–. 

     Nosotros, los brujos, somos los pocos que reconocemos el saber de la palabra, conocemos su poder y de lo que es capaz, por eso la manejamos con sumo cuidado. Es nuestro deber acceder a los cuentos populares a los fines de preservarlos y de aprender de ellos. Si podemos desentrañar los cuentos orales, que tienen una estructura menos compleja y más lineal que los cuentos y las novelas escritas, podremos acceder luego a la complejidad esotérica, por ejemplo, del Don Quijote. 
    Tomaremos, entonces, como punto de partida para el análisis esotérico de la literatura, los cuentos populares. Sabemos que los cuentos de hadas siempre se han utilizado como la base de estudios antropológicos, psicológicos y metafísicos. Siempre se los ha considerado como algo más importante, como un reflejo de la realidad, tanto externa como interna. 
     Se ha construido en diversas civilizaciones una enorme colección de tabúes respecto a los cuentos. Eliade nos cuenta que el saber de los cuentos, en muchas tribus, sólo era heredable de hombre a hombre y que las mujeres no podían participar, generalmente, de los ritos en los que se contaba un cuento. En otros sitios, como en el norte de África, contar cuentos por la mañana era considerado de mala suerte y contribuía a que el cabello se cayera. Algunos ancianos en Europa aún mantienen la tradición de contar cuentos por la noche, con ventanas y puertas cerradas.
     Contar un cuento es revivirlo; la palabra tiene el poder de traer el presente cualquier cosa. Desde este punto de vista son muy entendibles algunas de las supersticiones. La palabra no nos recuerda que Caperucita cruzó el bosque alguna vez, la palabra hace que Caperucita esté cruzando en ese mismo momento el bosque, junto a nosotros. 
    Está de más aclarar que la vinculación entre el ocio, la educación y lo mágico se hace presente en esta clase de fenómenos sociológicos. Sería innecesario decir que con este texto intentamos volver a divinizar la palabra y que tomamos a Caperucita porque es un ejemplo mundial, pero sabemos que no es en ninguna instancia un relato mágico o religioso. Y sucede que es inevitable desprender la magia de la educación y del ocio en los cuentos populares. 
    Aunque los cuentos son milenarios, los tópicos que tratan son relativamente pocos y terriblemente entrelazados entre sí, con unos personajes muy delimitados que aparecen tanto en el folklore tribal primitivo como en el exquisito cuento popular ruso. 
    Los temas que se repiten con más frecuencia son los que hablan del descenso del alma al mundo, sus experiencias en la vida, la iniciación y la búsqueda de la unidad, las pruebas y las tribulaciones para alcanzar esa unidad y el ascenso. El tema más conocido es quizá el Paraíso Perdido y Recuperado, como en el caso de Cenicienta, que tiene vinculación con la desgracia inicial –que hace despertar al personaje–  y con el final feliz. Genette, un narratólogo y estructuralista, habla de un “equilibrio recobrado”, similar pero no igual, en el final de los cuentos y las obras en general. 
    Hay cuentos en los que se desarrolla la cuestión del tabú,  representada con una puerta vedada, como en “Barba Azul”. En algunos casos se desarrolla el tabú del verdadero nombre, como en “Rumplestilskin”.
La colaboración de un animal agradecido o un pájaro que habla y puede ejercer poderes mágicos también es un tema Universal. A veces estos animales ejercen sus poderes sin trueque de por medio, como cuando el Gato con Botas eleva a su amo a la categoría de Marqués o las pájaros en Cenicienta. 
    Aparecen con frecuencia los vuelos mágicos y la capacidad de cambiar de forma, seguramente herencia del chamanismo. 
   Todos estos temas poseen una gran carga simbólica, y digo simbólica y no arquetípica. Se ha caído en el error de aseverar la existencia de los arquetipos en la cultura. Nada tiene que ver la imagen del inconsciente en el entorno antropológico que intentamos desarrollar. En la cultura, un símbolo es significado y  símbolo a la vez, por ejemplo, el agua es agua y al mismo tiempo remite al útero y la creación. Los cuentos están ideados para poder percibir esta doble naturaleza, no son sólo arquetipos amontonados que no tienen otro fin que el de explicar el funcionamiento de la psiquis humana. Los cuentos grafican historias Y nos enseñan lecciones. Reducir la maraña de símbolos a una teoría psicológica es desaprovechar el contenido de la cultura popular. Que resuenen en nuestra psiquis es otra cosa. No debemos tampoco remitirnos a una sola teoría para analizar las narraciones, porque sería empobrecer la interpretación. Un equilibrio entre la interpretación arquetípica y la antropológica, como la que realiza Graves para los mitos sería, a mi juicio, lo ideal. 
    A veces se complica a la hora de diferenciar un cuento de otras obras simbólicas, como los mitos, las sagas y las leyendas. El mito pertenece a la raza y se integra con ella, atesora partes de su historia ficcionalizándolas. Refiere a cuestiones del otro mundo, deidades y seres divinos. En la saga y en la leyenda el hombre va en contra de la naturaleza, poseen gran acción y lo sobrenatural se relega en un plano secundario. Mientras que en cuento de hadas, o el cuento popular, es emotivo, carece generalmente de elementos históricos y genera un mundo aparte con sus propias reglas. En el cuento todo tiene capacidad de transformación, las aves, los peces, las plantas, las estrellas. Por otra parte, los hombres pueden convertirse en piedra o cocinarse en un horno. En los cuentos de hadas, el héroe no puede morir, revive, se reintegra a la historia. En las epopeyas, en las sagas y leyendas, si el héroe muere no hay marcha atrás. 
    Estos elementos son claramente unibles a la realidad mágica. Por ejemplo, los animales representan a los familiares, el hecho de ser devorados por un animal nos remite a la Noche Oscura, al enfrentamiento con nuestra sombra, paso tan necesario en la iniciación esotérica. 
    La magia es materia prima de los cuentos de hadas. Fijémonos en los números: la repetición, en especial por triplicado, es muy común en los cuentos, también en nuestros rituales y hechizos. 
    En la magia es sabido que el nombre de cada brujo es secreto y que contiene la esencia y el poder de él. ¿Cuántos antagonistas de los cuentos han sido derrotados al saber el héroe su nombre verdadero? Conocer un nombre es tener poder sobre la existencia del que porta ese nombre, la mitología egipcia nos lo ha comprobado. 
    Los héroes en los cuentos adquirieren un nombre mágico luego de una iniciación, como ocurre en muchas civilizaciones. Si no se tiene un nombre, no se existe en tal o cual entorno. Reconocer el nombre que vibra en nosotros es reconocer nuestra esencia. Por eso no exageramos al darle importancia al nombre con el que nos llamaremos a nosotros mismos luego de una iniciación, los cuentos nos relatan muchos episodios en los que sin querer alguien descubre una palabra mágica por error y desencadena desgracias. Las frases de poder son otro rostro del Poder del Nombre, como lo vemos en “Alí-bábá”. Sin duda, los códigos y los conjuros tienen una cierta vibración que abre ciertas puertas y hace correr ciertas energías. No puedo evitar pensar en los códigos de los masones y en los saludos rituales de ciertas religiones, como en el Palo Monte.
    La prohibición del nombre alcanza también a las Hadas, de allí que se las nombre como “Gente Pequeña”, “Buena Gente”, “Buenos Vecinos”, etc. A algunos animales no se los nombraba por miedo a atraerlos, al lobo se lo llamaba “el corredor del bosque”. Algunos Dioses tenían una presencia tan temible en la vida del hombre que se usaban eufemismos para referirse a ellos, como las Furias, que se las llamaba Euménides o el Orixá Xapaná que no se nombraba por temor a la peste, o el mismo Hades. En Roma, el nombre de la deidad patrona de tal o cual ciudad era mantenido en secreto, para que nadie pudiera torcer la voluntad del Dios mediante ofrendas. 
    Seguramente todos recordarán a “Vasalisa”, historia que no veo necesario narrar pero que pueden consultar por cualquier página web –aunque recomiendo la versión de Clarissa Pinkola Estés–. El cuento comienza con una madre moribunda que bendice a su hija: en el camino mágico podemos asociarlo a la pérdida de la inocencia. Iniciarse es crecer y crecer es dejar de ser un niño. Dejar morir a la madre buena es alejarse de nuestro entorno seguro, del mundo cotidiano en el que letárgicamente nos desenvolvemos.        Recordemos que la madre le regala una muñeca que resulta ser mágica, elemento considerado por Campbell como “ayudante”, o fuerza divina que colabora con el héroe en su aventura. 
     Cuando la madre de Vasalisa muere, el padre vuelve a casarse y la familia putativa de la niña comienza a hacerle la vida imposible. Casualmente son tres las mujeres que la atormentan: dos hermanastras y una madrastra. Representan el lado oscuro de la existencia, las apedreadas que nos dan cuando nos alejamos de nuestro mundo seguro. El número tres indica que allí comienza algo, como diría Jung. Los tropiezos que tenemos al intentar buscar una puerta en medio de la oscuridad se reflejan en cada uno de los maltratos de las mujeres. Sería un retroceso que aquellas tres figuras son precisamente mujeres porque la mujer representa al mal, pero podríamos decir, sí, que son una suerte de mujeres que han negado la aventura, resentidas por no haber sido iluminadas: aquello en lo que Vasalisa se podría convertir si se niega a andar por el bosque. Resulta curioso que las mujeres odiaran a la niña por la dulzura –la niñez, la inocencia–, elemento que se pierde en la aventura y que al final se reintegra siempre al héroe, sea en los cuentos o en la vida mágica. No maduramos, nos concientizamos de algo que tenemos y que nos sirve. 
Vasalisa aceptaba todo lo que le decían las mujeres y nunca se quejaba, mientras que las otras siempre se peleaban entre sí: la diligencia del brujo al adentrarse en el mundo mágico. La humildad necesaria para reconocer la divinidad y la igualdad en todo. 
     La madrastra y sus hijas deciden entonces apagar el fuego para hacer que Vasalisa vaya en busca de leña y así caer en manos de Baba Yagá. La falta de fuego es un elemento sumamente significativo: no tener guía, ni contención, ni familia, no tener resguardo. 
    El hecho de adentrarse en el bosque en la noche simboliza entrar en una zona desconocida, una zona con sus propias leyes. Al perderse, Vasalisa le consulta a la muñeca el camino y la muñeca le responde, a lo que la niña responde simplemente haciéndole caso, sin ninguna sorpresa. En este punto, la muñeca es una exteriorización de la divinidad que habita en la niña, la voz del alma que coordina la existencia del cuerpo. La indecisión, como siempre, ocurre en un cruce de caminos, punto en el que se interconectan mundos. 
Para muchas religiones la significación de los jinetes blanco, rojo y negro es evidente. Basta con recordar los cordones de los grados wiccanos. Vuelve a repetirse el número tres. Yo interpreto a los jinetes  como representaciones de los momentos del día, y a la vez como un símbolo de inmutabilidad, es decir, Vasalisa haría lo que hizo sea el momento que fuere. La protagonista pregunta a la muñeca cada vez que encuentra un cruce de caminos y es interesante que pregunte el camino “para volver a casa” –por lo menos en el texto que yo estoy utilizando– y que la muñeca la lleve a la casa de Baba Yagá. Es decir, el cuento nos está advirtiendo que la que manda desde un principio es Vasalisa, porque es orientada por su intuición. El que sigue tu corazón jamás conocerá desgracia. El brujo debe guiarse por su visión interna y plantearse en cada encrucijada lo que está haciendo, así llegará a buen puerto. 
    Alimenta con pan a la muñeca: la muñeca come, necesita ser alimentada, como nuestro interior. Si no nutrimos nuestro ser poco a poco la llama de la divinidad irá ocultándose y nos convertiremos a un cuerpo que respira. La brujería atina al camino contrario, el camino de Vasalisa: rencontrarse con la intuición, con nuestra alma. 
    La niña pronto llega a la cabaña de la bruja, que está construida por huesos y calaveras. Nos están advirtiendo de todos los que no han podido cruzar al otro lado, no han pasado las pruebas. También nos recuerda de dónde venimos, porque para enfrentarnos a la oscuridad, en este caso representada por la bruja, debemos tener bien en claro quienes somos. La historia está hecha de valientes, los cobardes se convertirán en cráneos para la casa de Baba Yagá. 
   Baba Yagá viajaba en un caldero: la oscuridad habita en la emoción, en el agua. No es algo que pueda identificarse fácilmente, se escabulle, revuelve dentro de nuestra mente. Intentamos volver a la Diosa, a su útero, pero en la puerta del útero tenemos a Baba Yagá que nos pide mirarnos al espejo. La Diosa se presenta como la Bruja que nos enfrenta a nuestra sombra, nos enseña que el mundo mágico no es rosado, que hay que enfrentarse a uno mismo para encontrar lo que buscamos. 
    Vasalisa no le dice “bruja” a Baba Yagá, le dice “abuela”, como si reconociera que Baba Yagá no es otra cosa que su propia sombra, que la Diosa Oscura de su interior. Es cortés con ella y la saluda como corresponde. Tiene miedo pero logra dominarlo. La bruja la reconoce y le dice que “fue la niña que dejó que el fuego se apagara”. La sombra también reconoce al héroe y lo enfrenta. Cuando Baba Yagá le pregunta por qué cree que ella la ayudará, la niña consulta a la muñeca una vez más y luego le responde “porque yo te lo pido”. 
    La fuerza de la voluntad y del deseo se encierra en este punto de la historia. La bruja accede simplemente porque Vasalisa lo desea. El pilar fundamental de la magia es la voluntad, es la energía que moviliza a las demás fuerzas, la coordinadora de toda la existencia, la que impulsa a los cuerpos y a las almas. 
Pero Baba Yagá no puede darle el fuego así como así, la niña debe trabajar para ella y ganarse el fuego. La luz toma el sentido de “conocimiento”. Ningún conocimiento es gratuito. Y no digo que tenga un precio material, porque es obvio a que este nivel de análisis las nimiedades como el dinero no tienen cabida. El precio del conocimiento es el sacrificio. Y resulta que el trabajo que se realiza para obtener el saber mágico es más provechoso que el saber mismo, porque el saber que se supone se encuentra al final del camino en realidad ES el camino. 
    La oferta de la bruja es decisiva, si la niña falla, morirá. Algunos aseguran que la bruja se torna la misma Diosa en su aspecto de gobernante de las Almas, como si la sombra personal se prolongara y se uniera a la Diosa del Submundo. Cuando llegamos a esta parte en nuestra vida mágica no podemos hacer marcha atrás, hemos cruzado todos los pasos preliminares siguiendo nuestra intuición y accedimos a meternos en el meollo. Aquí abrazamos la experiencia o la experiencia nos devora a nosotros. 
    Vasalisa le trae comida a la bruja: las ofrendas que hacen que los ritos puedan comenzar, la entrega a la Diosa.
    Vasalisa lava la ropa: quita las máculas del pasado para poder integrarse a una nueva vida. 
    Vasalisa separa el maíz: recoge lo que le sirve de su anterior existencia y se aleja de lo que ya no tienen ninguna función.
    La muñeca resulta ser la que hace todo el trabajo mientras la niña duerme. Nos revela que el esfuerzo que se hace en la práctica mágica no es físico, sino que tiene que ver con el trabajo interno, con el ejercicio de las virtudes del alma. 
    La niña se atreve, tras haber tenido la aceptación de Baba Yagá, a hacerle algunas preguntas. La bruja le advierte que el exceso de conocimiento envejece a las personas. Obtener información no es obtener conocimiento, por lo que para aprovechar la información que nos dan y convertirla en sabiduría debemos tomarnos un tiempo prudencial. Hay enseñanzas que nos cuestan más y otras menos, pero es necesario que cada una de ellas tenga el espacio y el tiempo que les corresponde en nuestra vida. Vasalisa pregunta acerca de los jinetes y se abstiene de seguir preguntando gracias a la ayuda de la muñeca. Nuestra alma sabe lo que necesitamos y cuándo lo necesitamos, sólo hay que escuchar. 
    La bruja se sorprende al ver que la niña hace sólo tres preguntas y le pregunta cómo es posible que sea así, a lo que responde “tengo la bendición de mi madre”. Y automáticamente Baba Yagá reconoce la bendición y le pide a la niña que se aleje rápidamente de su cabaña, llamándola “hija mía” y entregándole una calavera luminosa. 
    Ante la bendición de los antepasados y la pureza de corazón, la sombra retrocede y se transforma. Desde mi Tradición podría decir que la Bruja reconoce la sangre mágica, el linaje de la heroína y se aleja porque respeta el obrar de ese linaje. Recordemos que si la madre de Vasalisa creó una muñeca mágica, entonces ella también debió tener poderes mágicos. La figura de la calavera luminosa no es otra que la del faro, de la luz obtenida que nos orienta de regreso, transformados, reabsorbidos en nosotros mismos. 
    Vasalisa le teme a la calavera, como nos ocurre a nosotros cuando comenzamos a conocer y comprender, pero, como la protagonista, no podemos abandonar lo aprendido, debemos seguir caminando. 
    Por último llegó a su casa y encendió el fuego. El equilibrio del comienzo ha sido reparado: hay hogar y hay fuego. La calavera termina convirtiendo a las mujeres  en pavesas en una suerte de ironía, como si aquellas personas que no estuvieran preparadas para ver el conocimiento terminaran quemadas por él, consumidas, vueltas ceniza. 
    Así podemos analizar cualquier otro cuento popular, hoy he citado a Vasalisa ateniéndome a gustos personales, pero remitiéndonos a la simbología mágica encontramos hermosas enseñanzas en los cuentos populares. Un mundo de espejos y reflejos se abre de ahora en adelante.